A fines del siglo segundo después de Cristo, cuando la religión católica aún no era aceptada en el Imperio Romano, una joven devota llamada Cecilia fue obligada por sus padres a casarse con otro joven de la misma sociedad patricia: Valeriano. Al poco tiempo, luego de ser respectivamente instruido y bautizado por el Papa Urbano, el flamante esposo adoptó la religión de su mujer.
Luego le llegó el turno a Cecilia: fue arrestada y obligada a renunciar a la religión de Cristo. Sin embargo, al declarar que preferiría la muerte antes que renegar de la verdadera Fe, la joven fue trasladada hasta un horno caliente para la sofocación y los gases que terminan en ablandarla. Pero esto tampoco sucedió. A pesar del martirio, Cecilia cantó alabanzas a Dios y fue condenada a muerte. El 22 de noviembre del año 230, el alcalde romano Almaquio ordenó que le cortaran la cabeza. Y así fue.
Finalmente, en 1594, el Papa Gregorio XIII nombró a Cecilia como patrona de todos los músicos y los homenajes no tardarán en aparecer. Desde entonces, y de distintas maneras, todos los 22 de noviembre se celebra el día de la música.