La estigmatización de la otredad por parte del poder ha sido moneda corriente en nuestra Argentina desde que tenemos memoria, desde que hay historia. Esa vigencia pervive desde los motes de “cabecitas negras”, “aluvión zoológico”, “grasas” o “descamisados”, hasta las actuales de “planeros”, “kukas”, “peronchos”, etc. Esa descalificación se sustenta en frases hechas e impuestas que legitiman imaginarios, inventan mitos demonizadores, como aquel que le achaca al peronismo la inocua alocución de “alpargatas si, libros no”. Un solo dato daría por tierra a esa premisa falsa, haciendo hincapié en los procesos de movilización política y social, como la prolífica circulación de bienes culturales como discos, revistas, libros, por ejemplo, la producción total de libros crece de 22 millones que circulaban a principios del año 1940 a 283 millones para finales del año 1950. Es decir, la data mata al relato. Aún así, la verborragia antiperonista tiene una maquinaria de convencimiento formidable, por lo que siempre hay que volver a rebatir y poner en contexto la diatriba, incluso, en el campo simbólico y la biblioteca, como en los nombres e intelectuales que se encuadraron en las ideas de Perón y Evita.
Con el artista plástico y compañero Carlos Giusti nos hemos propuesto un desafío, conjugar las ideas y el arte, así como lo hicieran varios de los pensadores y creadores militantes del campo nacional y popular, valga destacar a Discépolo, Marechal, Leonardo Favio o Ricardo Carpani.
El trabajo implica resignificar figuras destacadas del proyecto de liberación bajo la premisa de insertarlos en la historia de la realidad virtual de las redes sociales, en una primera etapa, para seguir agitando en estos tiempos aquellas banderas que sostenían la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.