Los encargados de enviar el texto al jefe del Estado Mayor Conjunto fueron Feliciano Antonio Chiclana, Manuel de Sarratea, Juan José Paso y Bernardino Rivadavia, en su carácter de secretario. El establecimiento de los nuevos matices dejó sin efecto el rojo, con el que antiguamente se caracterizaba a las Fuerzas Armadas y dejaba entrever la relación con la administración española. Al mismo tiempo, Belgrano había asegurado que el símbolo podría oficiar de distinción en el marco de los combates contra los soldados de territorios enemigos, así como también para fomentar el sentimiento de unidad y fuerza en el contexto de una época todavía convulsionada. Con el tiempo, su empleo se popularizó y alcanzó a la población civil. La escarapela fue la primera enseña patria en surgir; posteriormente iban a llegar el escudo, el himno y la bandera. En base a los protocolos establecidos, la misma se debe utilizar sobre la izquierda del pecho o, en su defecto, en la solapa.